Él era un diente de león, pero no era un diente de
león cualquiera, o tal vez sí, nunca lo supe, ni tampoco sé si lo sabré alguna
vez. Deposité en él mis esperanzas, mis sueños, y al final, el diente de león,
se desvaneció, poco a poco, llevándose todo lo que le había dado con él.
Todo empezó una mañana de abril, eran las 12.00, lo
recuerdo bien porque esa era la hora en la que iba a aquel parque medio
abandonado. Me vestí con un vaquero, un jersey y unas botas algo gastadas.
Preparé mi mochila con lo mismo de siempre: unos cascos, mi aparato de música,
la cámara y un sándwich de mantequilla de cacahuete. Al salir de mi casa sentí
todo lo que había a mi alrededor, a cada paso que daba se escuchaban mis botas
contra el agua que había quedado en la acera después de haber llovido una noche
entera.
Me puse los cascos para ir escuchando música durante
el camino, me recuerdo a mí misma cantando algunas partes de la canción. En ese
momento me sentía viva, como si tan solo fuéramos yo y el mundo. Cuando llegué
al parque me acosté entre aquella capa repleta de dientes de león como todos
los días, cerré los ojos como todos los días, y al final cogí un diente de león
y soplé como todos los días. Pero ese día hubo algo que los demás días no
estaba.
Cuando soplé aquel diente de león pude observar que
no muy lejos de mí había un chico sentado, con un libro en sus manos. Me
sorprendí bastante porque a aquel parque no solía ir mucha gente. Algo dentro
de mí se abrió, quería ir hacia él, pero nunca hablaba con nadie, lo que hacía
yo era alejarme de las personas, ¿por qué ahora quería hacer lo contrario?
Después de pensarlo decidí levantarme y acercarme hasta él, en aquel momento
nunca imaginé el giro que daría mi vida.
Cuando llegué me puse en frente suya y él levanto la
vista hasta el punto en el que nuestros ojos se unieron, los suyos eran de un
azul tirando a gris.
-¿Hola?-la voz del chico me sacó del sueño al que me
habían llevado sus ojos.
-Em… Hola, me acercaba porque normalmente no suele
venir nadie por aquí y siempre estoy sola y… bueno, no sé-dije con una sonrisa,
en ese momento me sentía estúpida, hasta que aquel chico se rió y dio la
sensación de que no había quedado tan mal.
-Ah, pues es un placer conocerte, espero no haber
invadido mucho tu espacio-soltó una risa más.-¿Cómo te llamas?
-Astrid.
-Yo soy Tom, encantado-dijo con una sonrisa y
tendiéndome la mano.-Y bueno, ¿vienes mucho por aquí?
-Sí, todos los días, paso aquí la mayor parte de mi
vida la verdad.
-Bueno es un sitio muy bonito pero, ¿no estaría bien
salir un poco y pasar el tiempo en más sitios?
-¿Perdona? Es mi vida y estoy muy bien así
gracias-en ese momento me indigné bastante así que me di la vuelta para ir a mi
sitio de antes, lo que pasó fue que Tom se levantó y me siguió.
-Eh Astrid-me tocó en el hombro y yo me giré.-No lo
decía por mal, de verdad. Yo… es que creo que esta ciudad es fantástica y
estaría bien disfrutarla más.
-Yo la disfruto muy bien así.
-¿Sabes? Tienes razón. Cada uno tiene su forma de
disfrutarla. ¿Me perdonas y volvemos a empezar?-sonreí y acabé asintiendo.-Soy
Tom.
-Astrid.
Después de aquel día nos vimos muchos más, volvíamos
al parque. Yo me seguía acostando como siempre, pero ahora estaba acompañada.
-¿Pides deseos?
Aquella pregunta que me hizo Tom de repente me
sorprendió.
-Sí, a veces. Bueno, siempre la verdad.
-¿Funciona? ¿Tus deseos se cumplen?
-¿Y eso qué importa?
-Yo solo digo que si pides deseos es para que se
cumplan, o porque crees en que lo harán, ¿qué sentido tendría si no? ¿Tú crees
que tus deseos se cumplirán?
-Nunca lo había pensado, yo solo pido los deseos, no
sé-Tom se sentó y me miró.
-Astrid es muy sencillo: o crees en ellos o no.
Después de decir esas palabras se levantó y empezó a
correr por todo el parque, dejándome algo atónita, él tenía razón. Me levanté
yo también y lo vi mejor, estaba algo lejos de mí así que le grité.
-¿Pero por qué corres?
-¡No estoy corriendo! ¡Estoy volando! ¿No lo ves?
Los dos nos sonreímos mientras él seguía corriendo.
-¿No quieres volar tú también?-me preguntó Tom.
-¡No puedo, no tengo alas!
-¡Eso habrá que descubrirlo!
Me hizo sonreír de nuevo, como siempre conseguía
hacerlo. Empecé a correr yo también, al principio me sentía tonta, pero luego
todo fue diferente. Sentí el viento golpeándome el cuerpo y cada vez corría más
rápido. Entonces supe lo que decía Tom, realmente sentía que volaba. Pronto Tom
empezó a correr a mi lado.
-¿Qué Astrid? ¿Volamos juntos?
Yo volví a sonreír y asentí. Tom me cogió de la mano
y empezamos a correr juntos, a volar juntos.
-¿Y bueno? ¿Cómo te sentiste al volar por primera
vez Astrid?-me preguntó Tom cuando ya estábamos sentados y viendo el atardecer.
-Pues… ha estado genial. Y una cosa, ¿por qué
siempre dices mi nombre? Es decir, no es necesario decirlo-Tom soltó una
carcajada.
-Creo que los nombres hay que decirlos,
aprovecharlos, ¿para qué nos ponen un nombre si no? Además un nombre tan bonito
como el tuyo merece ser usado.
-Mi nombre no es bonito.
-Para mí lo es. Eres especial, Astrid-lo miré
extrañada.
-Tom… ni siquiera me conoces.
-Créeme que sí te conozco. ¿Sabes? Sé que eres ese
tipo de persona que se encierra en sí misma y no quiere que nadie la descubra,
que apartas a la gente que te quiere, pero cuando estás aquí te dejas ver cómo
eres y por eso te conozco-había acertado en todo, Tom me conocía más que
ninguna otra persona.
-¿Tú me quieres?
-No, ni nunca lo haré Astrid, no quiero que me
apartes de ti.
No sabía cómo sentirme, aquel chico al que acababa
de conocer era muy diferente a todos los pocos que había conocido, pero me
hacía sentir querida y eso era lo único que necesitaba.
Todos los días eran iguales: íbamos al parque,
hablábamos… pero sin embargo todos eran diferentes, algo nuevo.
Ese día algo pasó, no sé ni cómo empezó tan solo
pasó. Empecé a llorar, las lágrimas se escapaban por mis ojos y resbalaban por
mis mejillas mientras yo intentaba impedirlo sin éxito.
-Eh, ¿qué te pasa?-Tom me miró a los ojos.
-No, no es nada es solo que… ¿cómo se puede vivir
sintiéndote vacía? En fin, tienes razón, siempre vengo aquí y solo aquí, no
existe otro lugar para mí y me siento vacía.
-Astrid, yo no sé cómo será fuera de este sitio, y
me parece que nunca lo sabré, pero siempre es más oscuro antes del amanecer-lo
miré extrañada.-Estás en tu noche Astrid, va a ser oscura pero toda noche tiene
su amanecer, algún día llega, algún día te cambiará.
-¿Pero qué pasa si nunca llega? ¿Qué pasa si nada
cambia?
-Pues lo único que podremos hacer es seguir, como
sea, aferrándonos a algo que nos comprenda.
Me di cuenta de que eso era lo que yo hacía,
aferrarme a algo que me comprendiera, el único problema es que solo yo lo
hacía.
Pasamos algunos días más juntos, todos los días lo
veía por la mañana, en el parque, y me despedía de él en el atardecer, en el
parque. Una mañana, como otra cualquiera, me dirigí al parque, pero él no
estaba allí, lo esperé todo el día, pero él nunca llegó. Cada mañana iba al
parque y le esperaba, hasta que, después de dos semanas, acepté que él no
volvería.
Tom era un diente de león, apareció en mi camino,
deposité algo de mi confianza en él y al final él se marchó, dejándome tan solo
una cosa, su recuerdo. Entonces pienso en si creo en los sueños, ¿realmente lo
hago? Antes solo realizaba la acción, sin ni siquiera saber lo que estaba
haciendo, sin pensar en nada más que en mi deseo. Ahora hago lo mismo, pero al
menos ya tiene un significado.
Hola a tod@s!
En esta entrada os dejo el relato que nos ha compartido Candela Truman la escritora de: http://myunstoppableworld.blogspot.com.es/ Espero que os haya gustado mucho, a mi me ha parecido muy especial.
Lo bueno de este tipo de cosas es que cada relato es distinto así vemos cosas varias, si queréis ya sabéis que podéis mandarme un relato a mi gmail: maddirivas@gmail.com
Un saludoo
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